lunes, 5 de diciembre de 2011

Conferencia a cargo del Prof. Carlos Silveyra


                                                                     LOS NUEVOS LIBROS PARA CHICOS ME SACAN CANAS VERDES
                                                                       (PERO ME ENCANTAN)
TENDENCIAS EN LA LITERATURA INFANTIL: EL LIBRO ÁLBUM Y LAS NARRATIVAS METAFICCIONALES
      
        Si bien tienen una historia más o menos robusta, en los últimos cincuenta años, las librerías empezaron a recibir, con ritmo creciente, unos libros extraños, diferentes. A veces muchas ilustraciones, poco texto, todo un conjunto muy seductor. Otras veces son nuevas vueltas de tuerca sobre cuentos clásicos, libros donde la literatura parece mirarse a sí misma. Estamos hablando de los libros álbum y de narrativas metaficcionales, para empezar a llamar a las cosas por su nombre.
 Aunque algunos autores marcan el nacimiento del libro-álbum con la aparición del Orbis Pictus de Jan Amós Comenius (1657), en realidad esta obra marca el nacimiento de una nueva concepción educativa; la aparición de la ilustración con intenciones didácticas en los libros de texto.
Sin dudas hay mayores fundamentos para otorgarle ese lugar a Randolph Caldecott (1846-1886), en especial su obra Hey Diddle Diddle es señalada como un texto imposible de leer sin el auxilio de las ilustraciones. Sin dudas este ilustrador británico fue un pionero, un creador que se adelantó en el tiempo. No obstante, no hay una fecha y lugar nacimiento. Las evoluciones, y este es un caso, se van produciendo paulatinamente.
En la evolución del libro destinado a la infancia, la aparición de la ilustración en textos ficcionales fue un proceso, lento, tímido, paulatino, vacilante. En ciertos casos, estas vacilaciones parecen muestras de desconfianza hacia las capacidades de los lectores. Por ejemplo, cuando Hetzel empieza a publicar las obras de Julio Verne, allá en aquel París de fines del XIX, coloca un pequeño epígrafe en las ilustraciones que salpican el grueso volumen. Así, con esa manifiesta desconfianza en las capacidades del lector, el editor mostraba exactamente cuál era el fragmento del texto que se ilustraba.
Este proceso evolutivo de la ilustración tiene hitos relacionados con la evolución de las técnicas de impresión que, sin pretensiones de ser exhaustivos, son:  algunas posibilidades que ofrecen las nuevas técnicas de impresión, por ejemplo las ilustraciones que ganan en matices y calidad con la introducción de la litografía en color, a fines del XIX y comienzos del XX, luego el huecograbado, el offset en cuatro colores (y la más reciente introducción de colores especiales o preparados especialmente, como tintas doradas, plateadas, flúo, relieves, uso de barnices mates y opacos, aplicados por sectores, uso de troqueles, etc.; la evolución del diseño gráfico mostrado a través del cuidado en la selección de tipografías, el uso del color en las mismas, la alternancia de tamaños tipográficos en una misma página, el uso del color para enfatizar textos, la presencia de texturas por la inserciones de otros materiales sobre el papel, etc.
Lo cierto es que en el siglo XX, en especial en la segunda mitad, el libro para niños ya se va conformando, decididamente, como un objeto artístico, confluencia de lenguajes. Aparecen editores osados, editores que se permitieron experimentos, entre los que se destaca con toda notoriedad el francés Francois Ruy Vidal[1], que comienzan a pensar el libro para niños como una unidad de texto, ilustraciones y diseño gráfico. Ruy Vidal fue editor en varios sellos editoriales franceses y norteamericanos, aquí quiero rescatar, como un ejemplo por cuestiones de brevedad, su libro Au pied de la lettre[2] . Ruy Vidal fue quien afirmó: «No existe el arte para niños, existe el Arte. No existen las ilustraciones para niños; existen las ilustraciones. No existen los colores para niños; existen los colores. No existe la literatura para niños; existe la Literatura.» Y agrega: «Partiendo de esos cuatro principios, podemos decir que un libro para niños es un buen libro cuando es un buen libro para todos»
El libro para niños es algo más que texto, modelo decimonónico, y las ilustraciones crecen en tamaño y valoración. Se produce lo que Jesús Díaz Armas denominó el desbordamiento de las imágenes: las imágenes ya no están contenidas por los márgenes (técnicamente por la caja) y llegan al borde mismo de la página, van al corte o a sangre, como dicen los impresores.
En líneas generales, este es el momento en que aparecen los libros sin palabras, esto es textos narrados desde las imágenes. Algunos sobresalientes como los creados por John S. Goodall (1908 – 1996)[3], editor e ilustrador que recreó la época Eduardiana con singular fidelidad; la deliciosa Historia de la ratita encerrada en un libro de Monique Felix que luego generara otros[4]; las obras de la australiana Jan Ormerod como Buenas noches, Buenos días, etc.[5] (4),  los notables títulos de Monique Martin como Había una vez un perro[6] y L’Oeuf, los trabajos de Iela Mari, y, para cerrar este rápido sobrevuelo por las narraciones sin letras, entre los trabajos de Jörg Müller destaco El soldadito de plomo[7], basado en el texto de Andersen, aunque abordado con singular osadía porque lleva ese célebre cuento del XIX a un contexto de fines del siglo XX. Y Flotante[8], de David Wiesner, un texto sin palabras que tal vez debamos incluirla en la categoría de novela-gráfica.
Este tipo de obras presenta ciertas particularidades, dignas de analizar con mayor detenimiento. Baste con apuntar que es el lector quien construye el texto, con todo lo que esto implica. Es decir que carecemos de un texto con cierta intencionalidad estética porque esa intencionalidad está en la potencia de las imágenes que van traccionando la narración. Esa falta de texto, paradójicamente, facilita notablemente la lectura: son libros que pueden “leer” todos, alfabetizados y no alfabetizados. Son libros en los cuales, además de escritor e ilustrador, es fundamental el papel del editor.
Entre los especialistas franceses de las décadas del 70 y del 80 aparece una nueva categoría de libros para niños: los álbumes. Los definieron como libros en los que predominan la imágenes por sobre el texto. Es decir que en los comienzos de estas conceptualizaciones todo era cuestión de centímetros cuadrados. También por aquellos años comenzó a usarse este nombre para designar a los libros de gran formato, por lo general encuadernados con tapas duras, libros que escapaban a los formatos de libros de bolsillo y otro tipo de libros cuyo formato está fuertemente predeterminado por el tamaño de las grandes resmas de papel, si la impresión es en máquina plana, o de las bobinas, si es impresión en rotativas. Es decir, otra vez se aludía al tamaño y a lo exterior del libro.
Sin embargo, este concepto rota de un modo interesante: cobran impulso los libros-álbumes, obras en las cuales la significación ya no reposa exclusivamente en el texto. El texto dice algunas cosas y las imágenes dicen otras, a veces complementarias, otras hasta contradictorias. Esta lectura disociada, verdadera doble lectura, desemboca un una construcción de sentido por parte del lector. Es decir, estos libros nos proponen un lector mucho más participativo, más creativo y más esclavote sus circunstancias. Por supuesto que este movimiento no lo advertimos únicamente en los libros para chicos. También el cine, el teatro, la plástica, la música, etc. requieren en estos años, en especial en los años sesenta y setenta, un público más comprometido, más actor que espectador de la apreciación estética.  
En un libro-álbum no puede leerse sólo el texto o ver únicamente las imágenes. Hay una relación dialéctica entre ambos. Los lenguajes se complementan con aportes recíprocos. Se escribe con imágenes y se ilustra con texto. Y el diseño gráfico (disposición en la página, juegos de tipografías, uso de los blancos, etc.) también se suma a los dos lenguajes anteriores. Como dice Uri Shulevitz “… el significado de las palabras en un libro-álbum no está claro o queda incompleto sin las ilustraciones. Por ejemplo, no es posible leer a los niños un libro-álbum a través de la radio porque no sería comprendido. La diferencia entre un libro de cuentos y un libro-álbum no tiene que ver con la calidad o cantidad de palabras o ilustraciones, su esencia es diferente. Un libro-álbum responde a un concepto exclusivo y es un género único”[9].
Así el libro-álbum muestra un camino a la industria editorial, camino que luego será seguido por libros más clásicos, que es la concepción del libro como unidad. Unidad de texto, imágenes y diseño gráfico, pero también unidad de sus partes: tapas, contratapas, guardas, portada, portadilla, índices, viñetas identificadoras de colección, páginas interiores… hasta el mismo colofón se integra a ese todo que es el libro.
En el siglo XX, como no podía ser de otro modo, el destinatario niño (y el comprador adulto) empiezan a se considerados seriamente. Empiezan a parecer las investigaciones sobre lecturabilidad, fue célebre la discusión sobre tipografías con serif o sin serif, o de palo seco, que marcaban la importancia del renglón virtual para el reciente lector. Una de las más serias investigaciones en estos terrenos la realizó un grupo de investigadores de Ciencias de la Educación de la Universidad de Toulouse, Francia, por encargo de las revistas y libros para niños de las Editions Milan. En esa investigación se evaluaron familias tipográficas y, sobre todo, cuántos caracteres eran aconsejables por línea de texto para lectores con distintos grados del dominio de la lectura.
Un fenómeno extraordinario que comienza a presentarse es que estos libros, concebidos como objetos estéticos, como obras de arte: comienzan a ser comprados por adultos que no tienen niños en quienes depositar una excusa. En el primer decenio del siglo XXI se comienza a olvidar la tradición de colocar las edades de los lectores sugeridos en la contratapa.
Recapitulando: luego del libro de texto pleno aparecerá el libro ilustrado, éste tendrá una primera manifestación en el libro ilustrado tradicional (o cuento ilustrado como lo llama Teresa Colomer), luego aparecerá el álbum de grandes imágenes para finalizar con el libro-álbum que ya es, definitivamente, un nuevo género dentro de los libros para niños.


LIBRO ÁLBUM Y METAFICCIÓN
En ciertos libros hallamos, muy frecuentemente, marcas, referencias de intertextualidad. Los autores rinden homenajes varios, remiten a significaciones de otros textos, refieren a pinturas, esculturas, películas. Pongamos un ejemplo:
En El sombrero de Tomi Ungerer[10] en páginas 18 y 19, se ve una escena de una gran escalinata donde hay personajes varios (hasta un hippie tocando una mandolina) y por esas escalinatas cae un cochecito con un bebé. La manta del cochecito en llamas despide mucho humo. El texto dice: “El cochecito se incendió. Aterrorizada por las llamas, la madre soltó el coche que salió lanzado escaleras abajo descendiendo la interminable escalinata de la Perspectiva Mesalina. Benito Bidoglio lo vio todo”.
Al dar vuelta la página encontramos el siguiente texto: “ ‘¡Por mil Potemkines!’ exclamó. ‘¡Sombrero, sombrero! ¡Trae agua y apaga este fuego!’
La referencia a El acorazado Potemkin, película muda del cineasta soviético Sergéi Eisenstein en la cual en una escena de gran dramatismo un bebé en su cochecito cae dando tumbos escaleras abajo es muy directa.
Algunos autores desarrollan recursos originales con fines específicos. Anthony Browne, en El libro de los cerdos[11] nos propone anticipaciones desde la misma tapa: una señora de cara neutra lleva sobre sus espaldas a su sonriente marido, quien lleva a su vez a su hijo mayor quien lleva a su hermano más chico. Es decir que la mujer soporta a su marido y a sus dos hijos. Y es de eso que va a hablarnos y mostrarnos en este libro. Cuando la tensión interna del cuento va creciendo y la casa se va convirtiendo más y más en un chiquero, todo va tomando forma o rostro de cerdo. Esto está preanunciado cuando los hijos del matrimonio llegan de la escuela: el escudo de la escuela bordado sobre el bolsillito superior del saco del uniforme se transformó en un cerdo; en la imagen enfrentada se ve al señor De la Cerda entrando a la casa. La flor que lleva en la solapa se convirtió en lacara de un cerdito rosa y el picaporte también. Poco a poco crece la “cerdidad”: en el empapelado, los estilizados tulipanes rosas son reemplazados por cabezas de cerditos, los azulejos que rodean al hogar son cerditos, etc. Y cuando el señor lee la carta que le dejó su mujer, su mano se transformó ya en la pata delantera de un cerdo. El texto va haciendo avanzar la historia. Bastante despojado, mínimo, sin aportar mucho detalle, porque de eso se encargan las imágenes.
Muchas de estas obras refieren a la misma literatura. De manera que encontramos relatos que refieren a otros textos o al sistema, más sutil o más explícitamente.
En Esa historia que nunca pude contarte[12] el autor nos habla de sus dudas al comenzar a escribir, en los problemas varios que le llevan a no poder contar la historia. La contratapa aclara “Con dudas de tinta china y color digital, este libro sigue buscando un cuento que valga la pena que se cuente”. Es decir que el verdadero tema de este libro es el de los obstáculos para escribir. Una mirada al centro mismo del ombligo de la escritura.
Así como una novela canónica en la cual las imágenes, si las hubiera, tienen una función ornamental o, en la concepción clásica, de ilustraciones puras, tampoco los textos sin palabras son libros-álbum. Como queda dicho, en el primer caso la significación reside en el texto. En el segundo caso reside en las imágenes. Ya que definimos al libro-álbum en función de la interacción entre ambos elementos, no entran en esta categoría los libros de puro texto ni de pura imagen. Es decir que tenemos
a)               Libros clásicos: cuentos, novelas, poemas, teatro en los que el texto es el generador de significados. Pueden llevar ilustraciones o no.
b)               Libros sin palabras: obras en las que las imágenes exclusivamente son generadoras de significados. En rigor hay un texto, sólo que no está narrado con palabras.
c)                Libros-Álbum: obras en que la interacción entre texto e imágenes (o entre imágenes y texto, como se prefiera) es la que genera la significación. Por lo general son libros con textos escuetos, breves, porque la imagen se hace cargo de una parte del discurso que, en los clásicos, recaía en el texto.

Una línea a investigar es hasta dónde podemos hablar de libro-álbum cuando el contenido no es ficcional sino informativo. No hay dudas de que Jorge Doneiger en Un libro de tamaño real[13] produce un libro donde imágenes fotográficas reproducidas a tamaño real y el texto se relacionan dialécticamente. Hay una concepción infográfica que jerarquiza la información puesta en las imágenes más que en el texto.
En esta obra el tamaño de ciertos objetos es central. Por lo tanto, este libro con páginas desplegables y la norma de mostrarlas a tamaño real, colaboran con esa intención.
Algunos tratamientos de la colección Las cosas no fueron siempre así [14], como el uso sistemático de líneas de tiempo, también muestran este ir y venir del ojo del lector.
En este sentido, también hubo una concepción similar en una revista destinada a los niños: AZ diez. Allí también las infografías y las ilustraciones en general ofrecen informaciones complementarias al cuerpo del texto. En las primeras épocas de esta publicación, una norma interna era que la información de los epígrafes no podía estar contenida en el cuerpo de texto y a la inversa. De manera que las imágenes y sus epígrafes implicaran una ampliación del texto en el sentido de asumir información original. Se buscaba la yuxtaposición de información.

 Una tendencia de los últimos años son los textos clásicos revisitados desde la escritura.
Llegados a este punto, es conveniente discriminar entre dos clases de obras: las obras metaficcionales implican, etimológicamente, ir más allá de la ficción. Son los libros que aluden a otros libros, a la escritura, a la literatura. En cambio el nombre de libro-álbum, como queda dicho, nos habla del diálogo entre texto e imágenes. Es decir que podemos encontrar libros-álbumes metaficcionales o no, y podemos encontrar textos metaficcionales que presentan unas pocas ilustraciones (o ninguna), libros de concepción clásica.
Narradores contemporáneos, como Esteban Valentino[15] o Patricia Suárez[16], abordan textos clásicos contados desde otras perspectivas. Es cierto que esta es una línea que se inicia en los años ’70: Gianni Rodari[17], especialmente en Cuentos para jugar, retoma textos clásicos como El flautista de Hamelin o Bruno Munari y Enrica Agostinelli[18] que proponen Caperucitas de diferentes colores. Aunque en esta obra hay una búsqueda de juego texto – imagen, especialmente en Caperucita Blanca, donde el juego consiste en no ilustrar a la manera clásica porque hubo una intensa nevada que todo lo muestra blanco.
Un caso especial de este tipo de obras es Los clásicos según Fontanarrosa[19]. En este caso tenemos una doble trasposición: Fontanarrosa cuenta a su modo, renarra, pero a la vez lleva esos textos al lenguaje de la historieta, es decir que debe adecuar esos textos para ser narrados predominantemente a través del diálogo de los personajes y depositar las descripciones sobre las escenas, en las imágenes, en las viñetas.
En una rápida enumeración, necesariamente provisoria, de tipos de libros-álbum, podemos señalar:

1. Textos clásicos sostenidos en sus versiones originales y sin embargo renarrados por las imágenes. Si bien hay muchos ejemplos, mencionaremos a Hansel y Gretel de los hermanos Gimm ilustrado por Anthony Browne[20], Las doce princesas bailarinas también de los hermanos Grimm en versión de Ruth Kaufman[21], y la Caperucita Roja traducido e ilustrado por Leicia Gotlibowski[22].

2. Textos clásicos revisitados simultáneamente en imágenes y texto, frecuentemente suponiendo que el lector “conoce” la historia y debe, por tanto, reponer fragmentos más o menos extensos del texto original. Ejemplos: ¡La auténtica historia de los tres cerditos! de Jon Scieszka y Lane Smith[23]. Otro ejemplo sumamente original es Caperucita Roja (tal como se la contaron a Jorge) de Luis María Pescetti y Alejandro O’Kiff. Un caso particular es el de la supresión de escenas o partes del argumento tal como sucede en Una caperucita roja de Marjolaine Leray[24]

3. Textos contemporáneos con alusiones metaliterarias, con cierta autoreferencialidad que remite a la cocina de la escritura, a los trucos del escritor, etc. mostrados tanto desde el texto como desde las imágenes. Ejemplo: Lobos de Emily Gravett [25] o Tener un patito es útil de Isol [26].

4. Libros con textos e imágenes contradictorias (y no complementarias). Este recurso genera la complicidad del lector. Ejemplo: Mi gatito es el más bestia de Gilles Bachelet[27].

5. Libros con textos poéticos con imágenes que enfatizan, en clima y contenido, ese texto. Ejemplo: Haiku de Iris Rivera y María Wenicke[28] o El árbol de lilas de María Teresa Andruetto y Liliana Menéndez[29]. Algunos, dentro de ese tono poético, abordan temas contemporáneos como la discriminación, el abuso sexual, etc. Tal es el caso de El libro negro de los colores[30], un niño que ve los colores con otros sentidos que no son la vista.

¿UN NUEVO MODO DE LEER?
¿Por qué la referencia aquí sobre estos nuevos libros? Porque su lectura rompe con la lectura lineal, izquierda-derecha, arriba-abajo. Porque la lectura de estos libros se parece a la lectura en pantalla, los ojos van y vienen, suben, bajan, vuelven a subir. El recorrido de los ojos en las novelas decimonónicas es lineal, ordenada, condicionada, previsible. El recorrido de los ojos del lector en estos libros es aleatoria, inesperada, subjetiva. Hay un nuevo lector que toma recursos de los dibujos animados, de los videojuegos, del cine porque las nuevas producciones le llevan a buscar esos recursos… ¿No deberíamos revisar entonces la metodología para la enseñanza de la lectura y escritura?
Entendemos a la literatura como arte. En vez de modelar con arcilla, como el escultor, modelamos con palabras. Creemos que la literatura debe conmovernos, es decir, movernos del lugar en que estábamos cuando empezamos a leer un texto determinado.
No digo conmovernos como sinónimo de provocarnos llanto. Digo eso pero digo mucho más: conmovernos es entristecernos pero también es pensar, sentir, alegrarnos, sentir tensiones, anticipar. Conmovernos es sacarnos del lugar en que estábamos para que cuando vayamos a Sevilla encontremos otra silla.

1ras.Jornadas de Nido de Lectores (2010)

Bibliografía
AA.VV. Parapara Clave N° 1 El libro álbum. Caracas: Banco del Libro, 2ª. Ed. 2005.
Arizpe, Evelyn y Styles, Morag. Lectura de imágenes. Los niños interpretan textos visuales. México: Fondo de Cultura Económica, 2004.
Colomer, Teresa (Dir.) Siete llaves paravalorar las historias infantiles. Madrid: Fundación Germán Sánchez Ruipérez, 2002.
Díaz, Fanuel Henán Leer y mirar el libro álbum: ¿un género en construcción? Bogotá: Norma, 2007.
Mendoza Fillola, Antonio y Cerrillo, Pedro C. (ccord.) Intertextos: Aspectos sobre la recepción del discurso artístico. Cuenca:Univewrsidad de Castilla-La Mancha, 2003.
Schritter, Istvansch La otra lectura. La ilustración en los libros parea chicos. Buenos Aires: Lugar Editorial, 2005.
Tabernero Sala, Rosa. “Intertextualidad heterorreferencial: una vía para la formación del lector literario”. En: Lenguaje y textos Número 26, Diciembre, 2007. Pp. 53 a 62. Barcelona: Horsori.
 Notas

[1]  Ver las referencias a Au pied de la lettre disponibles en: http://ruyvidal.blog4ever.com/
[2] Francois Ruy Vidal. Au pied de la lettre, Paris: Éditions Universitaires, 1976. (Imágenes Jèrôme Peignot ; poemas graficos de Robert Constantin ; Jean-Pierre Delarge, editor)
[3]  Goodall, John S. Naughty Nancy. Londres: Macmillan, 1975
[4] Felix, Monique. Historia de la ratita encerrada en un libro. Caracas: Ediciones María di Mase, 1980.
[5] Ormerod, Jan. Bonjour!, Toulouse, Editions Milan, 1981.
[6] Martin, Monique. Había una vez un perro, Barcelona: Parramon, 1985.
[7] Müller, Jörg. El soldadito de plomo, Salamanca: Lóguez, 2005
[8] Wiesner, David. Flotante. México: Océano, 2007.
[9] Shulevitz, Uri. ¿Qué es un libro-álbum? En: ‘Parapara clave N° 1: El libro-álbum’. Caracas: Banco del Libro, 2ª. Edición, 2005.
[10] Ungerer, Tomi. El sombrero, Madrid: Alfaguara, 1978
[11] Browne, Anthony. El libro de los cerdos. México: FCE, 1991
[12]  Brocha. Esa historia que nunca pude contarte. Buenos Aires: Libros del Eclipse, 2009
[13] Doneiger, Jorge. Un libro de tamaño real. Buenos Aires: Pequeño editor, 2008
[14] El baño no fue siempre así; La escuela no fue siempre así, etc. Títulos de Ediciones Iamiqué, Buenos Aires.
[15]  Valentino, Esteban. Caperucita Roja II. Buenos Aires: Colihue, 1995.
[16]  Suárez, Patricia. Habla el lobo. Buenos Aires: Norma.
[17] Rodari, Gianni. Cuentos para jugar. Buenos Aires: Alfaguara, 1990.
[18] Munari, Bruno y Agostinelli, Enrica. Caperucita Roja, Verde, Amarilla, Azul y Blanca. Madrid: Anaya, 1998.
[19] Fontanarrosa, Roberto. Los clásicos según Fontanarrosa. Buenos Aires: Ediciones de la Flor, 1980.
[20] Grimm, W y J. Hansel y Gretel. Ilustrado por Anthony Browne. México: FCE, 2004.
[21] Grimm, W y J. Las doce princesas bailarinas. Versión de Ruth Kaufman e ilustraciones de Esteban Alfaro. Buenos Aires: Calibroscopio, 2009
[22] Perrault, Charles. Caperucita Roja. Traducción e ilustraciones de Gotlibowski, Leicia. Buenos Aires: Libros del Eclipse, 2006.
[23] Scieszka, Jon y Smith, Lane. ¡La auténtica historia de los tres cerditos! Barcelona: Thule, 2007
[24] Leray, Marjolaine. Una caperucita roja. México: Océano, 2009.
[25] Gravett, Emily.Lobos. México: Casrtillo,2008
[26] Isol. Tener un patito es útil. México: FCE, 2007.
[27] Bachelet, Gilles. Mi gatito es el más bestia. México: RBA Libros / Océano, 2005.
[28] Rivera, Iris y Wernicke, María. Haiku. Buenos Aires: Calibroscopio, 2009.
[29] Andruetto, María Teresa y Menéndez, Liliana. El árbol de lilas. Córdoba: Comunicarte, 2006
[30] Cottin, Menena y Faría, Rosana. El libro negro de los colores. México: Tecolote, 2008.










viernes, 2 de diciembre de 2011

Visión Siete: Libros - álbum en la Feria del Libro

Caperucita Roja (tal como se lo contaron a Jorge)

Portada
En el libro de Luis María Pescetti, el papá le cuenta a Jorge la historia de Caperucita Roja en una versión muy correcta. Sin embargo, la imaginación de Jorge convierte a esa Caperucita en otra muy diferente.
Ilustraciones de O’Kif. Buenos Aires, Editorial Alfaguara, 1996. Colección Infantil, Serie Naranja. También editado por Alfaguara en Venezuela, Colombia, México, Perú, Bolivia, Estados Unidos y España.

La historia comienza con una mamá que está al lado de la puerta, es decir que va a salir, y un papá que le dice que se quede tranquila ya que él se encargará de contarle un cuento y de prepararle la comida.
Desde el comienzo el texto hace referencia a los roles que ocupa cada uno de los padres en la época actual. Nos aleja, de este modo, de la historia tradicional de Caperucita Roja.
 Además, mediante los globos característicos del género historieta, muestra cómo imagina las secuencias del relato el niño y de qué manera diferente las visualiza su padre.
El receptor produce un nuevo texto a partir de establecer múltiples relaciones de acuerdo a su horizonte de expectativas, de sus experiencias previas y de su conocimiento del mundo. Más aún cuando no tiene el soporte de la imagen ya dada. En este caso el padre lee y el niño escucha. La oralidad permite un mayor despliegue de la imaginación del joven u Pescetti lo grafica de tal modo que nos da a conocer dos tipos de lectura diferentes de un mismo cuento.
Creo que este libro álbum no sólo es para niños. 

lunes, 28 de noviembre de 2011

En el bosque



 


 Una noche me despertó un ruido espantoso.
A la mañana siguiente todo estaba en silencio.
Papá no estaba.
Le pregunté a mamá
cuándo iba a regresar,
pero no tenía cara
de saberlo.
Extrañaba a papá.
Al día siguiente, mamá me pidió que le llevara un pastel
a la abuela que se sentía mal. Quiero mucho a la abuela.
Siempre me cuenta historias maravillosas.
Hay dos caminos para ir a su casa: el largo, que es muy tardado, 
o el atajo a través del bosque.
-No vayas por el bosque -dijo mamá-. Vete por el camino largo.
Pero ese día, por primera
vez, escogí el atajo.
Quería estar en casa
por si papá regresaba.
.................................................................

                                  Anthony Browne

Este libro tiene un intertexto ineludible: Caperucita Roja, pero ni los personajes ni la situación que introduce la historia son las mismas. El ruido por la noche y el silencio de la mañana le anuncian que algo ha cambiado en su hogar: papá se ha ido. No lo menciona explícitamente pero imágenes y texto lo dan a entender. Mientras que en la historia tradicional, la protagonista es una hermosa niña, en el libro de Browne el protagonista es un niño que está asustado ante la ausencia de su padre. Aparece en la imagen otro intertexto: Hansel y Gretel, dos niños perdidos en el bosque.
Además, los colores desaparecen de las imágenes cuando el protagonista atraviesa el bosque. Ese lugar desconocido y peligroso para el niño tiene tonos grises y sepia y sólo se destaca el color de algunos personajes y , por supuesto, de la caperuza roja (objeto que es símbolo de esta historia tradicional). Rojo es también el sweater de la mamá (color que se relaciona con el amor y la protección). Nada es casual en este hermoso libro de Anthony Browne: En el bosque. La imagen invita al lector a recorrer el camino junto al protagonista.  


Si quieres saber un poco más acerca de este libro puedes ver las siguientes imágenes y escuchar a su autor (son parte I y parte II de la misma entrevista):